El masaje tradicional Tailandes tiene su fundamento en los estiramientos, la movilización de las articulaciones y la presión sobre puntos y meridianos estimulando la circulación sanguínea, logrando un equilibrio de los órganos internos, relajación y bienestar.
El masaje tailandés, a su vez, es considerado -desde el punto de vista budista- como un camino para alcanzar los «Cuatro estados divinos de la Conciencia»(condiciones necesarias para lograr la felicidad completa), y debería estar motivado solo por el deseo de conceder amabilidad afectuosa con total entrega, presencia y dedicación hacia los dolores y sentimientos físicos y emocionales del receptor, en estas condiciones se convierte en una experiencia sanadora tanto para el que lo da como para el que lo recibe.
Al igual que en el yoga y demás disciplinas orientales, en el masaje tailandés se trabaja sobre el cuerpo físico, sin enfocarlo como un fin en sí mismo, sino como un aspecto del ser, un «vehículo» sagrado, a través del cual se puede llegar a un plano más sutil, al espíritu.
El masaje tailandés debe darse con amor, compasión, paciencia y con la intención de servir y dar lo mejor a quien lo reciba.
Beneficios:
- Mejora de la funcionalidad del sistema nervioso, el circulatorio y el drenaje linfático. Regula las funciones endocrinas.
- Favorece el tono muscular, reduce la tensión.
- Mejora la postura y aumenta la flexibilidad.
- La musculatura, ligamentos, fascias y tendones ven, de este modo, incrementada su flexibilidad.
- Mejora la calidad del sueño y alivia el insomnio, induciendo a un sueño más profundo.
- Mejora el funcionamiento de los órganos internos.
- En el sistema respiratorio, los beneficios son una mayor profundidad de las respiraciones y relajación.
- Facilita la capacidad de sentir la conexión con el cuerpo, mente y espacio.
- Relaja y facilita las relaciones interpersonales.
- Aumenta la autoestima.
- Equilibra y restablece la fuerza vital que fluye por nuestro cuerpo.
- Favorece y facilita la relajación física y mental.
Indicaciones:
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Dolores musculares debidos a contracturas y tensiones nerviosas.
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Dolores articulares debidos a posturas y movimientos incorrectos, artrosis y artritis.
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Deformaciones de la columna como lordosis, cifosis y escoliosis.
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Falta de flexibilidad o tono muscular.
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Neuralgias.
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Insomnio.
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Nerviosismo y dificultades de relajación.
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